Nadie, comprende lo que sufro yo
canto, pues ya no puedo sollozar
sólo, temblando de ansiedad estoy
todos, me miran y se van.
Mujer, si puedes tú con Dios hablar
pregúntale si yo alguna vez
te he dejado de adorar.
Y al mar, espejo de mi corazón,
las veces que me ha visto llorar
la perfídia de tu amor.
Te he buscado por dondequiera que yo voy
y no te puedo hallar.
Para qué quiero tus besos si tus labios
no me quieren ya besar.
Y tú, quién sabe por donde andarás,
quién sabe que aventura tendrás
que lejos estás de mí.
Alberto Domínguez
pindaro
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